martes, 17 de mayo de 2016

SERGIO ZEVALLOS

Cuando hicimos hace pocos meses la muestra “Un Cuerpo Ambulante” en el Museo de Arte de Lima y en el Centro Cultural de España, hubo una movida bien grande de la derecha religiosa, específicamente del grupo de Tradición y Acción. Ellos protestaron contra lo que les parecía una muestra blasfema que estaba ofendiendo a Jesús, a María y a Santa Rosa porque en la exposición había un conjunto de fotografías que se inspiraban en estampitas religiosas para elaborar una serie de performances travestis precarias, pobres, agresivas, y también había otra serie de collages donde se subvertía las representaciones de Santa Rosa. La imagen de esta santa ha sido un elemento importante en la obra del Grupo Chaclacayo (al cual perteneció Sergio Zevallos) porque Santa Rosa, cómo sabes, fue la primera santa de América, y ellos intentaban pensar justamente cómo su canonización en el siglo XVII fue un gesto estratégico de la Iglesia para proclamar la victoria de los procesos de evangelización en América, una América que estaba siendo colonizada y donde las comunidades indígenas estaban siendo arrasadas justamente por esos discursos civilizatorios-religiosos. Pero la imagen de Santa Rosa no ha sido solamente utilizada por el poder religioso-colonial, sino que se convierte también en un emblema de lo que estaba ocurriendo en el país en plena guerra entre Sendero y el Estado, como cuando en pleno gobierno de Alan García, en 1986, le dan la Orden del Sol por el cuatricentenario de su nacimiento, que es esta medalla que se da a los ilustres. El Grupo Chaclacayo ve allí una forma perversa de operar en donde los discursos religiosos le permiten a cierta casta política y militar lavarse las manos, encubrir los asesinatos y crímenes que se cometían. 1986 es el año de la matanza de los penales. Sergio tiene además muchas reflexiones en torno a cómo ocurre el “blanqueamiento” de Santa Rosa, es decir la historia de una joven mestiza que es “blanqueada” a través del proceso de canonización de su persona. Y también, sobre cómo todo el proceso de auto-flagelación al cual Santa Rosa somete su cuerpo como una manera de entregarse devocionalmente a Cristo, puede ser también leído como una especie de contra-pedagogía sexual en el sentido de que lo que hay ahí no es la castidad y la clausura del deseo (como se lee en el discurso religioso) sino más bien la exacerbación del placer sexual a través del castigo autoinfligido: es casi un acto sadomasoquista libidinal absoluto, erótico. 

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